Es sábado, me habían avisado y creía estar preparado para el torneo ultimate frisbee, pero nadie lo está, llega el momento que todos los experimentados conocen y advierten en la fiesta de bienvenida de la noche anterior, preparándose para afrontarlo de la forma más digna posible… el madrugón. La ilusión del torneo se recubre de sueño y me arrepiento de meterme en estos líos siendo fin de semana, pero ya estoy embarcado así que a vestirse, coche y hacia los campos. Por el camino, vernos con la ropa del equipo recupera las emociones y al hablar de primeros enfrentamientos, objetivos y rivales, aparece una extraña sensación, nervios positivos.
Al llegar, la estampa es de festividad absoluta, cada tribu está reunida e identificada con sus colores propios, vestimentas peculiares en algunos jugadores y saludos entre los más habituales de ceremonias anteriores, mientras los nuevos somos presentados en sociedad y tendremos que demostrar nuestro compromiso e integración. Se suceden los partidos y no hago más que observar sin entender muchas cosas, pero a la vez me las explican y cada jugada aprendo algo nuevo. Es mi turno de salir al campo y a pesar de la presión tengo el apoyo de mis compañeros y hasta de los rivales, casi noto mejor ambiente en el partido de competición que en los entrenamientos, no por ello dejo de estar perdido en el campo, moverme sin sentido y prácticamente soy un observador del juego desde dentro. El siguiente punto que me toca ya mejoro teniendo alguna intervención y el apoyo desde el lateral de personas importantes del equipo me emociona un poco y me anima mucho a seguir. Paso el día observando y aprendiendo de todos hasta que llega la hora de comer.
Se mezclan todas las tribus compartiendo impresiones, no sé muy bien con quién ir ni a dónde, así que me sirvo un plato de la comida comunitaria y busco algún rincón, dónde intercambio mi historia con desconocidos y me cuentan la suya. Siguen las cervezas y en un acto de plena confianza y responsabilidad entre humanos, se deja una lista en la que cada uno apunta las bebidas que bebe para al final del torneo pagarlas todas y no tener que llevar dinero encima, es un gesto que marca las relaciones sociales establecidas de nuestra etnia. Tras el parón siguen los partidos con un ambiente más relajado y se definen los enfrentamientos que habrá al día siguiente.
Por la tarde apenas nos da tiempo a ducharnos y descansar, hemos quedado en un punto clave de las tierras de la tribu organizadora para seguir la festividad mientras nos muestran los puntos de interés de sus territorios y buscamos el lugar para cenar, en esta ocasión es más formal que la comida y se comenta calmadamente lo sucedido durante el día. El ambiente es de cansancio pero poco a poco se va animando y desemboca en una gran fiesta en la que enseguida me doy cuenta que es parte fundamental de los torneos, se cuentan anécdotas de anteriores borracheras y se interactúa de una forma más cercana con todos. Hay un momento con cierta mística en la que el equipo se reúne para brindar por las hazañas, y para no estar demasiado serios, también se destacan los fallos de cada uno de forma alegre quitándoles importancia. Se habla del día de mañana en el que se decidirá todo y tras ese ritual de unión de tribu continua la fiesta, cada uno decide cuánto se va a alargar.
Mañana de domingo y de nuevo arrepentimiento, esta vez se suma además el de haber alargado demasiado la fiesta, y el cansancio acumulado en los músculos también nos hace pasar por unos minutos la idea de que estar allí ha sido un error y que no merece la pena. En los campos se refleja en la cara de cada uno el tiempo que decidió alargar la fiesta, momento breve de repaso de la noche y enseguida a pensar en los partidos, noto en mí que ya no solo me preocupo por mí, quiero que mi equipo consiga el mejor puesto posible en la competición, solo ha pasado un día pero ya siento que domino las reglas del deporte y quiero dar un paso al frente por mis compañeros. El paso de puntos y partidos me demuestra que aún soy un novato y alucino viendo a los mejores jugar, disfruto mucho de ellos y algún día me acercaré a su nivel. Se repiten enfrentamientos contra equipos de ayer y lo que habían pronosticado los más experimentados se cumplen, no son tan buenos como me parecieron ayer y ganamos con solvencia, está claro que no es por mi aportación pero hemos ganado el torneo, que ilusión empezar así.
Es la hora de entrega de premios, si dentro del campo no he dejado de sorprenderme y descubrir cosas nuevas, no es diferente fuera de éste. Alegría de todos, buen rollo, más regalos premios y sorpresas de los que podía esperar, el valor del SOTG, los aplausos y reconocimiento entre tribus, emociones y sentimiento de que todos hemos ganado, es un mundo nuevo para mí, lleno de posibilidades y de optimismo. Qué corto se hace el domingo, hay que volver a casa, horas de carretera nos esperan y aunque todo el mundo se querría quedar más tiempo, va a empezar una semana de vuelta a la dura realidad, a seguir los ritmos de gente que no es como nuestra etnia. Llegan las despedidas, yo no tengo mucha gente de la que despedirme pero al hacerlo noto una conexión y tristeza mezclada con la alegría de habernos conocido, espero a que mi maestro del fin de semana se despida de sus muchas conexiones especiales que ha acumulado durante años y subimos al coche, con mucho sueño y cansancio, pero con una nueva visión de la realidad, que nadie me había sabido explicar, posiblemente no se pueda. ¿Cuándo es el próximo torneo Rafa?
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La gran tribu del disco – Parte 3: El día Grande (I)
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